Por Marcos Molto Pensamiento ISTEEC #2 Publicado el 6/5/2022 - Año 1 - Mayo de 2022
Basada en la novela de 1946 del mismo nombre, escrita por William Lindsay Gresham. La versión anterior atrae por el tratamiento de cine negro subyacente en el que la figura central, la cuestión de los engaños y las estafas, se destaca por el imponente trabajo que se recuerda en uno de esos papeles ante sus formas narrativas.
En comparación con la tendencia actual de verbalizar y explicar todo en exceso, resulta más que interesante comprobar que las cosas se dicen sin resaltarlas. Se prefiere que se infieran, lo que conecta con el uso de las elipsis entre tramos y con la ambigüedad que se percibe en algunos aspectos.
La película de Del Toro es un recorrido por el oscuro corazón del mundo del espectáculo y la psique humana. Protagonizada por Bradley Cooper en el rol de Stanton Carlisle, un viajero convertido en estafador, cuyo show de mentalismo es en sí mismo extraído de un hombre al que mata. El callejón de las almas perdidas gira en torno a las mentiras que les decimos a otros -y a nosotros mismos- mientras nos sumergimos en el fango ético para obtener algo de lucro. Carlisle se encuentra en la horma de su zapato con la psicóloga Lilith Ritter (Cate Blanchett), quien ejecuta algunas estafas por su cuenta y termina colocando a Carlisle en el camino del millonario Ezra Grindle (Richard Jenkins), un hombre con vínculos con la mafia.
Perdidas trata sobre la necesidad humana de ser engañado, el deseo que todos tenemos de creer una mentira feliz. Y gira en torno a las personas que promulgan tales mentiras, los corruptos que se aprovechan de ese deseo y que, en el proceso, se deforman a sí mismos; porque un mentiroso, en última instancia, tiene que creer sus propias mentiras para no develar la estafa. Y una vez que comienzas a creer tus propias hipérboles, debes estar alerta. Del Toro y la coguionista Kim Morgan merecen enormes méritos por ser mucho más fieles al final original de la novela que la adaptación cinematográfica de 1947. Es exquisita y angustiosamente oscura.
Entendiendo el sombrío poder de las imágenes que había capturado, Del Toro estrenó una versión en blanco y negro de la película en algunos de los mejores cines, en un puñado de ciudades de Estados Unidos. Tras comprender la atención que estas proyecciones le estaban generando a la película -y reconociendo la escasez de nuevos estrenos debido a la propagación de la variante Ómicron y el nerviosismo de los distribuidores- se estrenó el corte en blanco y negro en todo el país: añadió más de 700 salas en la séptima semana de la exhibición de la película.
Ahora bien, esto no condujo a una enorme afluencia de dinero en la taquilla, pero sí aumentó de manera drástica la visibilidad de la película. De repente, todas las personas correctas estaban hablando de esta nueva y cruda «visión en la oscuridad y la luz», como fue bautizado el corte. Sí le dio a la gente otra razón para ver El callejón de las almas perdidas en los cines, pero más importante que eso, les dio a las personas otra razón para seguir hablando de la cinta.
Y vaya que deberían hablar sobre esta versión. Ver la película en una pantalla gigante en blanco y negro es una experiencia completamente diferente. Hay algo escalofriante en los ojos de Cooper drenados de color; su Carlisle tiene una nueva aura reptiliana. La atmósfera humeante de la oficina art déco en la que la doctora Ritter hace su trabajo sucio tiene la sensación del Hollywood clásico, lo que traza una línea directa entre esta película y sus ancestros.
Si la película de 1947 fue una visión del mundo venidero, entonces la versión del 2021 de Del Toro y Morgan es un espejo de nuestra propia época, una en la que una parte, no precisamente insignificante de la población, está en busca de un charlatán que les diga mentiras bonitas y les alivie sus angustias internas. Una que, comprensiblemente, nos hace estremecer. Sin embargo, todos merecen ver el rostro arruinado y angustiado de Stanton Carlisle: Es una advertencia, al menos para mí, de ser una mejor persona o caer en el olvido.•