La Historia como proceso

Por Gustavo Rubolino

Pensamiento ISTEEC #2
Publicado el 6/5/2022 - Año 1 - Mayo de 2022

Cuando se comienza el análisis de los hechos históricos, por lo general, se hace referencia a las acciones de determinados personajes que transcendieron por su impronta y su legado en algún momento concreto.

Sin embargo, abundan las ocasiones en que se deja de lado cómo se llegó a ese momento, cómo incidieron los procesos políticos, sociales, ideológicos y mentales que conformaron el ambiente propicio para que las personas realizaran ciertas acciones que -después de un tiempo- tomaron relevancia en el devenir de la sociedad.

Las Ciencias Sociales, y particularmente la Historia tradicional, han sobredimensionado la importancia de las fechas y acontecimientos precisos.

Numerosos estudiosos de este género han elaborado periodizaciones, clasificaciones y comparaciones de las distintas etapas del proceso histórico sin atender adecuadamente a sus particularidades y complejidades, propias de todo proceso humano.

Más aún, la escuela ha reproducido ese método estanco en el que, por ejemplo, se enseña que la Edad Moderna comienza con el mal denominado «Descubrimiento de América» y finaliza con la Revolución Francesa. Es en ese mismo modelo donde han quedado olvidadas las continuidades y han perdido importancia los cambios y transformaciones.

Increíble sería pensar que los usos y costumbres, la vida cotidiana -y muchos aspectos de las sociedades- pudieron ser transformados con algún hito particular.

Cada grupo social, en un tiempo específico, tiene un ritmo propio -a veces más acelerado, otras menos precipitado- pero nadie podría decretar que un día concreto empezó la modernidad. No se trató de un cambio rotundo en el que todos comenzaron a sentir que transcurrían tiempos modernos.

Las sociedades son resultado de procesos complejos, y su historia un conjunto de elementos que se interrelacionan y accionan entre sí.

Para nuestra historia local aparece -desde los primeros años de escolaridad- el gran hito del 25 de mayo de 1810. Se despliega un relato de hechos concretos y específicos de una semana en la que parece haberse dado un cambio repentino y resolutivo, al presentarse como logro final la creación del «primer gobierno patrio».

Esta enseñanza, ampliamente difundida, no ayuda a entender y asimilar el proceso revolucionario. No atiende a sus causas ni profundiza en sus consecuencias, no presta atención a los actores menos conocidos del movimiento y deja de lado un sinfín de elementos que lo conforman.
Lo cierto es que esta revolución no comienza el 22 de mayo y tampoco termina el 25. Es un proceso en el que actúan distintos factores y comienza a aflorar una idea de cambio que ya venía siendo gestada en aquella sociedad virreinal.

Aunque a menudo se habla de los acontecimientos que formaron el espíritu de mayo, hay procesos económicos, políticos y sociales que luego decantan y toman sentido con la caída del virrey del Río de la Plata.

La importancia de las ideas y creencias de la sociedad, en el momento en que se da la revolución, es fundamental para entender por qué se llega a la idea de que era posible formar un gobierno propio que representase a la sociedad de ese momento. También, muestra el sentir de una sociedad amplia y no se reduce a las ideas de una élite relacionada a las funciones de gobierno.
Algunas ideas que ya venían circulando desde hacía tiempo e impactan en el pensamiento de mayo son las relacionadas al estilo y forma de vida de la sociedad rioplatense.

Desde lo económico surge -o se afianza- una idea ligada a romper con el monopolio de la corona española. Ya existía la necesidad -y también la realidad- de un comercio ligado no sólo a España, sino también con otras naciones.

Para ello se había recurrido al tráfico de mercaderías desde el puerto de Buenos Aires con el mecanismo ilegal del contrabando, fuera del control de la corona española. La necesidad había creado una nueva herramienta de contacto mercantil y había sembrado la semilla de una opción diferente.

Dentro del marco de la acción política, las invasiones inglesas (1806-1807) fueron determinantes para que las personas advirtieran y asumieran que no era imprescindible la unión con España para mantenerse a salvo.

Los ataques extranjeros y la consecuente defensa de la ciudad, en ausencia de la autoridad española, significaron para los rioplatenses el convencimiento de que podían organizarse por su cuenta y ser sus propios guardianes.

Estas invasiones generaron una importante movilización de grupos hasta entonces secundarios, que ya desde los inicios del siglo XIX buscaban un cambio de sistema político que les permitiera ser ellos mismos los representantes de la sociedad en los ámbitos de gobierno.

Todo ello refleja, junto al cambio político, un ambiente de reforma social, que acabara o disminuyera la discriminación de los sectores criollos frente a la predominancia de los españoles en los espacios de poder.

Finalmente, se puede afirmar que el 25 de mayo de 1810 es un momento clave en la conformación de nuestro país y por ello muchos lo ubican como el nacimiento de la Argentina. Pero más allá de una fecha precisa y de un día determinado, hay que asimilar la concepción de que toda sociedad que se manifiesta en favor de un cambio arrastra consigo y trae sobre sus hombros un proceso complejo y continuo de cambios y de continuidades que la han modelado.

Se trata de ver más allá de las fechas, de los monumentos, de quienes quedaron en nombres de calles y plazas. Es comprender que la historia no se construye con hechos aislados y héroes de época, es saber y sentir que toda persona es parte del proceso de cambio, que todos somos capaces de marcar la historia, de dar origen al futuro y de forjar nuevas mentalidades.•

«Invasiones Inglesas» Rodolfo Campodónico (1998) Museo de Arte Mural