¿Escribir? ¿Para qué?

Por Marcela Orellana

Pensamiento ISTEEC #6
Publicado el 1/9/2022 - Año 1 - Septiembre de 2022

Una tarde o una noche cualquiera una idea nos ronda. Cerca, el papel está dispuesto. La mano obedece al cerebro que a tientas revuelve los sucesivos anaqueles de las palabras buscando las que lo digan. El idioma parece ser un almacén infinito.

Las teclas miran codiciosas el hacer de la tinta. Vibran de impaciencia pero su coqueteo es desoído y postergado. Es hora de las palabras manuscritas. Tal vez llegue o tal vez no el tiempo de la pantalla o la página impresa.

Algunas palabras vienen temerosas de ser ignoradas de plano o de no ser bienvenidas. Otras se aproximan ronroneantes y fregonas. Las elegidas se alinean seguras en el renglón. Observan ese alrededor de surcos y circunvoluciones, agarradas con uñas y dientes al pequeño papel que sobre un escenario a estrenar se les ha asignado esta vez. Otean los zanjones que las separan en grupos bien distintos y recuerdan sus múltiples vidas emparrafadas.

Hay algunas que desean ser significativas y profundas capaces de irse con quien lee adentro de un recuerdo, a lo alto de un propósito, al infierno de sus miedos o al borde de su asco. Otras más vedetosas buscan brillar en títulos o finales estrepitosos y sorprendentes, junto a una coma que alfombre su avance y su llegada o enmarcadas en los curvilíneos signos de la interrogación retórica.

Las más humildes y obreras, ninguneadas y necesarias se arremangan. Se limpian las manos en sus overoles gastados de tanta invisibilización. Las conjunciones acuden en grupo y saludan a los pronombres. Las «y» conversan con las «o», que más escasas encarnan su destino opcional. «Porque» y «también» merodean en silencio. «Entonces», «Así», «Pero» se reconocen sabedoras de tiempos, modos y adversidades.

En el cielo de la habitación brillan cinco palabras. Un «sanar» redondo y complacido. Un «celebrar» que sabe a guirnalda y copa. Un «pensar» intemporal y bien compuesto y un «jugar» que siempre niño, se deja ir. Un infinitivo «Escribir», bien verboide -gozoso de su doble naturaleza sustantiva y verbal- comanda la movida. Les asigna un lugar a esos cuatro y les explica que el orden hoy es ese, pero que mañana puede ser otro y aclara: «tan digno como el presente».

El susodicho infinitivo les hace una seña a las preposiciones más dispuestas del playón. Les explica que solo necesita cuatro y del mismísimo sector de las finalidades. Cuatro «para» se adelantan contoneando sus «a» y empolvando su «r». «Escribir» se asigna a sí mismo una contundente mayúscula inicial y elige entre comas y puntos. Prueba. Organiza tentativamente la fila-oración desde su tarimita a la que le falta solo una batuta. «Escribir para sanar, para celebrar, para pensar, para jugar.»

Observa y reflexiona. Dice en voz alta, ¿Y si me repito para dar fuerza a este final? Despide respetuoso a las comas que se retiran bastante estoicas -al principio se marchan cuchicheando y lo resuelven con una carcajada de otra vez será-. Entonces les hace señas a un cuarteto de puntos idénticos y finales. Satisfecho con su tarea se espeja en paralelas infinitas que responden las incisivas preguntas del título.

Escribir para sanar.
Escribir para celebrar.
Escribir para pensar.
Escribir para jugar.•

marcelaorellana2010@gmail.com