Por Marcela Orellana Pensamiento ISTEEC #5 Publicado el 1/8/2022 - Año 1 - Agosto de 2022
Arrancar afirmando Toda escritura es terapéutica parece demasiado. Un auténtico exceso, la enunciación de un dogma. Me rebelo. Te rebelas. Se rebela. Escribir una tesis, una monografía, un artículo de carácter técnico sobre un tema cualquiera es dato. Hincarle el diente a la realidad es investigación pura y dura que se escribe y ya. ¿Qué proceso preventivo o sanador puede darse a través de ese acto escritural?
Veamos. Arrimar nuestro microscopio físico o metafórico a un punto cualquiera del vasto mundo que habitamos, con sus diversidades y las nuestras, implica un recorte súbito. Ese zoom que enfoca un espacio específico de nuestro universo mental es el principio de cualquier investigación. Con parsimonia, o con impaciencia, desplegamos una batería de instrumentos para explorar con minuciosidad lo recortado.
De igual manera, diseñamos las estrategias de abordaje que nos parecen más adecuadas y procedemos a tirar las redes para recoger la info. Las vaciamos, exiguas o rebosantes, sobre las cubiertas de nuestros siempre frágiles barquitos de pescadores solitarios -aunque nos acompañen-. En estos mares los barcos factoría no existen, ni existirán . Los frutos del mar del conocimiento se obtienen con paciencia artesanal, a veces a lo Hemingway.
Cuando les tenemos, operaciones como categorizar, describir, interpretar, representar, explicar, discurrir, transferir, hallar las citas, argumentar, concluir, se suceden moviendo la compleja maquinaria del pensamiento. Nunca mejor usado el gerundio que bienviene el espectáculo del teatro en que se transforma nuestro espacio interior. Cuanto conocimos, aprendimos, leímos, fuimos hasta ese momento será transformado por la alquimia del escribir.
La página blanca de papel o de pantalla es esa sartén en la que se cocina ese guiso nutritivo para quien elige, pesa, pela, corta, agrega, sazona, mezcla y expone al fuego de un propósito esas ideas que solo la escritura puede atrapar y comunicar, con más o con menos arte y precisión.
Como en toda preparación culinaria hay un paso a paso, más o menos estandarizado pero aquí funciona como un guión esquelético, en acuarela. La hora de la creatividad sonó hace rato y el plato resultante siempre será exótico por único, personalizado, propio.
El copiaypega es un veneno que no existe en la alacena próxima. Para quien cocina, solo vale lo pescado en navegación solitaria y obtenido de cultivo orgánico. La idea crecida a fuerza de sol y de luna, nacida de semilla con la fuerza de atravesar el duro tegumento llamada por el agua y la luz, plantita enraizada y entallada con paciencia. Con ingredientes tan buenos, el plato resultante sería exquisito aunque lo elaborásemos con sencillez extrema.
Pero sucede que quien se lanza a esta tarea suele acostumbrarse a probar lo que colegas, tan pescadores solitarios y hortelanos confiados, preparan. Así el gusto se refina y el listón sube a la par que las habilidades, tal vez por eso de las neuronas espejo. A esta altura de mi propio discurrir ya comprenderás vos que estás leyendo, que tenés todo lo que necesitás para deleitarte y deleitarnos con un sustancioso cocido hecho a partir de tu propia pesca y con las verduritas de tu pequeña huerta. Hay datos e ideas para un banquete pero esta vez solo se requiere una porción. Frizá con cuidado lo abundante. Ya sabés, etiquetas y un poco de orden hacen maravillas. Seguí con los procederes que sabés que funcionan. Yo ya siento el olorcito y si cerrás los ojos, vos también. Tu trabajo nutrirá tu hasta hoy desvalido andar y con un vos restaurado en cuerpo y alma, seguirás cocinando y dándonos de comer.•
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